Por. Ricardo Campos Caeiro
En un fascinante libro, Dios es redondo, Juan Villoro apunta que en la literatura no existen grandes novelas sobre futbol y se pregunta cómo es posible esto “en un planeta que contiene el aliento para ver un mundial”. Este gran ensayista ofrece una respuesta que parece irrebatible: El futbol no necesita autores, “involucra de manera tan eficaz a las emociones que contiene en sí mismo su propia épica, su propia tragedia y su propia comedia”. La tesis de Villoro puede corroborarse con el caso de Javier Aguirre quien no necesita escritores, pues posee la capacidad de crear inigualables dramas cuando está en la selección nacional.
La versatilidad de este creador es ciertamente notable. En 2002 fue artífice de una tragedia de proporciones míticas que quizá terminó por reconfigurar para siempre nuestro lugar futbolístico respecto al rival más odiado –deportivamente hablando: Los Estados Unidos, los gringos. Ahora –o al menos por ahora–, el desaguisado ha afectado solamente a una familia y a uno de sus individuos en particular, al joven Jonatan Dos Santos.
Para ser coherente, no relataré los acontecimientos del aquel Jueves 17 de junio de 2002, pero sí recordaré algunos de las preguntas que siguen merodeando la mente de muchos aficionados: ¿Por qué después de tres muy buenas exhibiciones en la primera ronda –incluyendo una ante Italia– se perdió frente a Estados Unidos? ¿Por qué Aguirre sacó de la cancha al mejor jugador de México en ese partido, Ramón Morales? ¿Por qué entró Luis Hernández, de pasado glorioso pero que vivía un momento decadente? ¿Qué sentido tenía utilizar ese partido para retirar a García Aspe? ¿Por qué el equipo salió derrotado desde el inicio? ¿Por qué contra EEUU?... Como apunta De Paula en el post anterior “Aguirre tenía su propia lógica, veía su propio partido.
Las tragedias terminan con un desenlace fatal: la muerte, la miseria, la destrucción moral. Ésta última fue la que aquejó a los aficionados mexicanos al futbol en Japón y Corea 2002.
Sudáfrica 2010 parece ser otro momento ideal para la novela del futbol. El bien etiquetado por De Paula “Capricho de Aguirre” ha devastado moralmente al joven Jonatan Dos Santos, y muy probablemente a su hermano Gio y al resto de su familia. En este capítulo, hay una víctima, Jona, y dos villanos, Aguirre y el Bofo. Ciertamente el Bofo no tiene la culpa de estar en la selección, pero tampoco tiene méritos: es un jugador pasado de peso y muestra desdén por su profesión –como lo han señalado muchos-; aunque tiene calidad, generalmente no aporta nada y por lo tanto el calificativo de irregular es bastante benévolo para él. Por si esto fuera poco Bautista es un jugador muy conflictivo. Hay que recordar que hace poco más de seis meses se negaba a jugar con su equipo, Jaguares, porque deseaba jugar con las Chivas. No crítico su ambición por regresar a Guadalajara, pero sí su falta de profesionalismo, por no responderle a un equipo que hizo muchos esfuerzos por tenerlo y dar gusto a su afición. Eso me parece una actitud inaceptable como futbolista y como ser humano y por ende no se le puede premiar llevándolo al mundial.
No sé si Jonatan estaba listo para jugar un mundial, pero de entre él y el Bofo, la apuesta más inteligente en pro del futbol mexicano hubiera sido el jugador del Barcelona. Del mismo modo en que han hecho grandes selecciones, Jona hubiera ganado experiencia mirando a futuro para sus seguras siguientes copas del mundo. Actualmente él es uno de los jugadores mexicanos con mayor potencial, juega en el mejor club del mundo, y tiene como maestro a Xavi, nada más ni nada menos. ¿Cómo puede justificarse entonces su exclusión de una selección de tan mediano nivel como lo es el tri? El recorte es más de lo que aparenta. Comparto las palabras de su padre, Zizinho: “le han dado un cuchillazo a un niño” y agregó que Giovanni “está hecho polvo… no tiene ni ganas de jugar el Mundial”[1]. Aguirre también ha cortado emocionalmente a Gio. Dos grandes jóvenes a expensas de un petardo que no cambiará su forma de ser ni de jugar a estas alturas. Ahora solo resta ver si la novela de Jona se prolonga sólo al ámbito de la familia Dos Santos o alcanza a la colectividad durante el mundial.
A unos días de iniciar Sudáfrica 2010 el entrenador de la selección nacional ya entregó otro infortunado e incomprensible drama – uno de esos que el futbol suele aportar y que ha encontrado en la selección mexicana estadios llenos para la tragedia, campos amateurs para la comedia y sólo patios de escuela para la épica.